El Croque nº 14
(diciembre 2005)
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Como aquí, de provincias tan distantes,
Concurren, o por gracia o por justicia,
Diversas lenguas, trajes y semblantes;
Necesidad, favor, celo, codicia,
Forman tumulto, confusión y prisa
Tal, que dirás que el orbe se desquicia.
Opinión
EL OFICIO DEL ARQUITECTO Y MI OPINIÓN AL RESPECTO
Terror en la ETSAM
HACE MUCHO TIEMPO, EN UNA
ESCUELA MUY, MUY LEJANA
Pazo Words
I CONCURSO DE RELATOS CORTOS DEL CROQUE:
EL DÍA QUE SECUESTRARON A JUAN NAVARRO BALDEWEG (Capítulo II: CONSPIRACIÓN)
Pierdetiempos
LA POLÉMICAAA #10: GALIANO SE MOJA
EL RINCÓN DE PAZO #11: COMPOSICIÓN CUTRE
LAS PARODIAS DEL CROQUE #4: "HAY QUE TERMINAR"
La nada.
Los caminos honestos convergen. Sin
querer. De forma natural. Inevitablemente. Las pretensiones vacías
ensucian, enredan... Explotan de repente, desde un punto común;
separándose, rotas, a la deriva... A veces, en pequeñísimos instantes de
conciencia, notan el vacío y el silencio que les rodea... pero cierran los
ojos y siguen hablando y riendo en “compañía”. Cierran los ojos y regresan
a las reglas que ellos mismos han creado, a sus personajes y a su tramoya.
Sus análisis. Y analizar es cortar. El Croque. Diciembre de 2005. CROQUE’S NEWS Cada vez somos más guays y molamos
más. Pero como esta noticia no se acoge de buen grado en la mejor escuela
de arquitectura del mundo, lo retiramos.
Como todos deberíais saber ya (por la página web y por los carteles que han aparecido misteriosamente), El Croque ha convocado su primer concurso de relatos cortos. Las bases están publicadas en la página web del Croque. http://www.elcroque.es.mn (que últimamente falla) ó http://elcroqueweb.iespana.es Los relatos los tendréis que enviar
al correo de siempre, elcroqueweb@hotmail.com antes del 31 de
diciembre de 2005 (ojo que hemos aplazado la entrega), y prometemos
publicar a los 3 vencedores en el croque 15 y a los demás en la web.
Bueno, pues lo que os podéis
imaginar. Ahora Pazo escuchará todas vuestras míseras y patéticas
historietas, sean del tipo que sean (salvo dudas de autocad) y os dará
consejo para que salgáis adelante del mejor modo posible: por el camino de
Pazo. El Croque. Diciembre de 2005. |
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EL OFICIO DEL
ARQUITECTO Y MI OPINIÓN AL RESPECTO
Hay una asignatura en nuestro querido plan de estudios que siempre nos atemoriza: “570-Oficio del arquitecto”. Y es que, más tarde o más temprano, llegará el momento de acabar la carrera y sumirse en el mundo de la profesión. Así que más vale que nos lo vayan contando, para que, por lo menos, podamos hacernos a la idea de lo que nos espera. Y actuar en consecuencia. La profesión del arquitecto es rara.
Se supone que uno ha de saber hacer casas. Y ciudades. O eso
es lo que la gente ajena al gremio se piensa. A la hora de la verdad, eso
depende mucho –y muy mucho– de la persona en cuestión, porque lo que es el
medio social... te empuja precisamente a lo contrario. Por si no lo sabéis, queridos compañeros, el arquitecto no es más que el autor intelectual de las obras y su director eventual. Odiados por muchos –tenemos las competencias exclusivas en materia de vivienda, y cuando se habla de millones de euros todo el mundo quiere hincar el diente–, nuestra labor fundamental consiste no tanto en hacer los proyectos como en gestionarlos. (Por supuesto, me estoy refiriendo a la arquitectura de todos los días, no a la de los Nouveles ni los Fósteres. Y a la que llevan a cabo los profesionales liberales; lo que tradicionalmente se ha venido entendiendo por arquitectos. Los que acaban trabajando a mayor gloria de alguna macroempresa de construcción son caso aparte y así hay que darles de comer) El arquitecto es contratado por el propietario del solar para que le haga un proyecto y paralelamente se contrata a una empresa constructora para que lo ejecute. La empresa se compromete a seguir el proyecto entregado por el arquitecto proyectista, que será convenientemente interpretado por la dirección facultativa de la obra (esto es, el arquitecto director de la obra, que puede ser el del proyecto o no; el director de ejecución de obra –o aparejador, o arquitecto técnico– y algún personajillo más) para su transmisión al jefe de obra. Que no es más que el empalme entre la parte arquitectónica y la constructora. El jefe de obra da órdenes a los encargados, éstos a los capataces y aquéllos a los obreros. Que pueden ser oficiales o peones. Y con graduación, según el tipo de trabajo que ejecuten. Y todos se someten a las órdenes del dueño de la obra, que es el propietario pero que no puede darlas directamente, sino a través del constructor y con la aprobación del arquitecto. Esto es la teoría. En la práctica sucede que, como el
arquitecto lleva veinticinco proyectos a la vez, acaba delegando la
mayoría de las partes en pensadores especializados, que le calculan
las estructuras, las instalaciones, las maquetas… Por su parte, las
empresas constructoras tienen en nómina el número mínimo de obreros
necesario para así poder ganar muchos muchos muchos millones,... y para
cada cosa mínimamente complicada que hay que hacer tienen que subcontratar
(también) a una empresa auxiliar. A veces, la cadena de las
subcontratas llega tan incontroladamente lejos que no se puede saber bien
quién está haciendo qué en la obra. El arquitecto se ve incapaz de llegar
hasta ellos ni puede decirles nada; el jefe de obra sólo intuye quiénes
son y el propietario directamente ignora los hechos. Yo nací como usuario común y
corriente de la arquitectura. La casa en la que viví era mi universo;
luego lo fue mi barrio y más tarde la ciudad que me rodeaba. Que no era
Madrid. Me gustaba hacer casas; me interesaba arreglar los
evidentes problemas urbanos de mi ciudad, mis calles grises y llenas de
coches, mi gente aburrida y triste. Es un espíritu especial, éste.
Porque no basta con dibujar unos planos. Hay una necesidad de llevarlos
a cabo. Quiero mancharme las manos y construir mis casas. No me
gusta el rol de dios dirigente. Prefiero ser obrero, pero no quiero ser lo
que comúnmente se entiende por ello. No me apetece ser un mártir del
trabajo asalariado y sus misérrimos escalafones. Lo que quiero es dirigir
y hacer al mismo tiempo, preferiblemente en compañía de otros que actúen
de la misma forma. Co-dirigir. Co-laborar. Y disfrutar después de la obra
realizada, que estará necesariamente bien hecha, ya sea
utilizándola o sabiendo que se está empleando con agrado. ... pero yo tampoco he nacido para serlo. El maquinista de la Particular. 2005. |
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Como
cada mañana, me dirijo hacia la Escuela de Arquitectura, con el cerebro
desconectado y las galletas en la garganta. Odio
a esa gente por muchas cosas, pero no es un odio continuo. Es por la
mañana cuando les odio por envidia, supongo. Les detesto porque escogieron
un camino más sencillo que el mío, una senda pavimentada con rosas a los
lados que sólo dura cinco años. Poco a poco me voy cayendo hacia vuestro lado –el de los Arquitectos Superiores-, pero de vez en cuando pienso y me doy cuenta de que sigo siendo como ellos -la masa-, y descubro que todo el esfuerzo no ha valido para nada. Por eso, les odio. Albaralto. 2005.
Cuando sea mayor... me las vais a pagar
todas juntas. |
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“La arquitectura finge producir el mundo que la consume”.
Muchos magnifican el oficio de arquitecto, sobrevaloran la influencia que
puede tener en la vida de las personas, en la sociedad, en la cultura, en
otras formas de expresión… Se mantienen erguidos en una torre de marfil,
intocables. “Caminaba despistada… Entre los mil carteles que hay por las paredes me fijé en uno más grande, más vistoso... ¡Una corrida de toros en la escuela de arquitectura! El cartel era hortera, pero su sonido chirriante, su descontextualización, la molestia hizo que me extrañara y me detuviera. Eso es la publicidad. Asistí a la conferencia. Pero no era una conferencia. Era el zapping llevado a la universidad. No había un tema central, ni un discurso, ni un debate… Cada uno de los conferenciantes explicó su trabajo de forma aislada. Explicaron los proyectos racionalizando absolutamente todo, extrangulándolos… Parecía una actitud a la defensiva, intentando justificar cada decisión como si estuvieran ante un tribunal. Buscándonos. Buscando la aprobación del mundo. Eso es la publicidad, nosotros éramos el tribunal.
No hubo riesgo. Ni emoción, ni intuición. Tampoco la valentía para dar
una opinión. Hipótesis y juego con hipótesis, porque la realidad
asusta.
Bombardearon con conceptos, imágenes, textos, intenciones, razonamientos…
con un ritmo frenético e imposible de seguir… Me sentí aturdida. Me daba
la sensación de que obviaban lo más básico. ¡¿por qué proyectan textos que
no se van a poder leer?! Yo me cuestiono el poder de influencia de la arquitectura al verla zarandeada y manipulada, arrastrada por la inercia de la corriente… sin oponerse. Cuando veo las huellas, los arañazos, las marcas que le deja la cultura del consumo… Yo la veo cuando no mira nadie, cuando se quita su traje de Armani y está en un rincón, sola, herida, temblando… La arquitectura la hacen los arquitectos. Con esta afirmación tan tonta y obvia me doy cuenta de muchas cosas. De repente pierde todo el carácter divino y omnipotente que nos enseñan… Son sólo hombres, y la arquitectura es sólo arquitectura. A Bruxa Piruxa. 2005. |
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Esta columna va dedicada a todas aquellas personas que creen en la inocencia de los enunciados de proyectos. Fascinado por la derrochante creatividad de los profesores de proyectos a la hora de proponer enunciados, he descubierto, oh!! dios, qué cosas, que la escuela es un fiel reflejo de la masa que conforma la sociedad. La mayoría siempre está dispuesta a pasar por el aro. Siempre ávida de su ración de “opio para el pueblo”. ¿La mayoría? Sí, pero no toda. El otro día tuvo lugar una de esas pocas jornadas en la que los catedráticos de la escuela arriman el hombro. Bueno, pues el principal exponente de mi cátedra se acercó para supervisar los trabajos de sus alumnos. Pues bien, justo cuando uno de mis compañeros terminó de exponer su proyecto, el señor catedrático comenta que su proyecto está bien, pero que, como ejercicio de cuatrimestre no se había pedido un centro cultural, que es lo que tenía rotulado este chico en el panel. También le dijo que era curioso ver cómo los alumnos, en general, cuando no sabemos qué proyecto hacer, hacemos un centro cultural. Él le respondió que eso era muy probable, dado que desde principio de curso no sabía si había entendido bien cuál era exactamente el planteamiento del curso, y que andaba un poco perdido. Con lo cual, y después de la bronca pertinente debida a la dispersión del chaval, el señor catedrático se armó de paciencia y nos explicó exactamente el ejercicio de curso, palabras textuales: “….se trata de realizar un centro de producción artística para okupas…..”. Yo no salía de mi asombro.
Ante tal situación mi compañero alegó que el enunciado de curso era cuanto
menos una paradoja, y no es para menos, aunque según mi opinión sería más
apropiado hablar de error de concepto.
Pero esta cátedra no es la peor a este respecto ni muchísimo menos. Vuelvo a decir, como en mi anterior columna, ¿investigación?, sí, pero resolviendo problemas reales, no inventándose problemas ficticios. Y, como en mi columna anterior, vuelvo a hacer un llamamiento al alumnado. Todos, y yo el primero, queremos acabar cuanto antes la carrera, pero pensad bien qué precio estamos pagando cada vez que nos hacemos partícipes de proyectos de esta calaña. No sé vosotros pero yo no quiero comprar mi licenciatura a cambio de los principios por los que me he regido toda la vida. No quiero pensar que un arquitecto es como una puta, que acata todo lo que le mandan, sin rechistar, con tal de obtener su recompensa final. “… Dame pan y dime tonto”…, como decía mi madre. Porque hoy son los okupas o la franja de Gaza por un aprobado, pero ¿mañana?, ¿Qué será mañana?, ¿Y a cambio de qué?. Barco. 2005.
Yo soy puta, porque
mi pendrive lo disfruta |
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Esto no es un juicio de valor, es una postura. Voy a ver si consigo explicarme. Creo que la arquitectura (arquitectura entiendo por esa información que flota en el aire de las escuelas de arquitectura) se la inventaron los arquitectos para reafirmarse a si mismos como personas relevantes, para cubrir un vacío en su autoestima. Me recuerda a la política de estados unidos (en minúscula, si), ambos se creen en el deber y la obligación de salvar al mundo, de aportar o cambiar algo que quizá nadie quiere y que me pregunto si realmente alguien necesita. Vosotros, vosotros necesitáis la arquitectura, pero no para vivir en ella, sino para vivir satisfechos de ella pensando que hacéis algo por la gente (o pensando que el sistema no os deja cambiar nada a pesar de que es necesario, urgente y tú conoces la solución). Para ensanchar vuestro ego, para eso sirve la “arquitectura”. “Adaptar la arquitectura a las necesidades del hombre”, “hacer que la montaña vaya a Mahoma”, ¿no será más natural al revés?? ¿No lo vemos todos los días, gente que vive (sí, vive) perfectamente adaptada en “arquitectura basura”? ¿Les hemos pedido alguna vez su lista de “problemas vitales” para ver en qué lugar esta la arquitectura? Además, por lo menos la mitad de nosotros vivimos en esta “arquitectura basura”, y no pasa nada!!! Venderle a la gente una cosa que no pide y luego vivir tú (el arquitecto) en lo que esa gente habitualmente quiere, qué hipocresía ¿no? Y hay tantos ejemplos... Se supone que el arte representa el orden del cosmos, el cómo son y funcionan las cosas. Pues entonces estos bloques de inmobiliaria y esos adosados de fábrica son arte puro, representando una sociedad estandarizada y globalizada regida casi exclusivamente por el dinero. Con esto no quiero decir que esta arquitectura sea la válida, la buena (siempre es ridículo establecer absolutos), quiero decir que carece de importancia, es banal. No importa lo que hagamos, por muy poco funcional o estético que sea (mientras no se caiga, claro) la gente se adaptará al lugar acondicionándolo en cada situación, en completa concordancia con esa situación (espacio-tempo-circunstancial). Arquitectos son todos. Esto precisamente es lo bueno, como carece de relevancia, es igual de difícil mejorar algo que cagarla, la vida sigue. ¡¡¡Arquitectos, a jugar!!! Ama Marla. 2005. |
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¡Hola amigos! Tras largos años dando de comer al genio pensante creador de nuestra “querida” Sancer, y rodeando mi vida de madera de balsa y mi cuerpo de “super glue”, me vino a la mente un perverso pensamiento que seguro ha pasado alguna vez también por vuestras cabezas: ¿por qué coño tenemos que pasarnos la vida haciendo maquetas cuando podemos explicar nuestro proyecto en papeles? ¿Qué razones inducen a nuestro “guía proyectual” a obligarnos a maquetear en lugar de darnos la libertad de dibujar o hacer modelos con el ordenador? Y, dada esta obligación, ¿cómo debemos actuar entonces? En estas disquisiciones he perdido parte de mi tiempo intentando, como siempre, orientar, o al menos dar algunas respuestas al ávido lector del porqué de los hechos de este peculiar mundo que nos rodea a los señores arquitectos. En
principio, sabemos que el objetivo de la maqueta es ver el proyecto en el
espacio. La mayoría de los profesores encuentran magníficos los dibujos de
los grandes maestros arquitectos, pero por una extraña razón se muestran
incomprensiblemente incapaces de combinar en su mente una planta y una
sección si el autor de ambas es un alumno; o quizá es un ejercicio
demasiado complejo que se soluciona solicitando al alumno una maqueta. Otra razón fundamental es la de ahorro de tiempo. Todos sabemos que el tiempo de un catedrático de proyectos es mucho más valioso que el de un estudiante, de modo que podemos ahorrarle el disgusto de ir a conocer el solar (porque ciertamente no lo ha visitado) con las dificultades de interpretación cartográfica que eso implica, y presentarle una magnífica “maqueta de entorno”. Eso sí, dado que no conoce el lugar, es preferible hacer una maqueta más vistosa que realista, así que si algo te queda soso porque lo es, sé creativo, pues ese es el único pilar que sustenta la arquitectura de sobresaliente. Por ejemplo, si tu solar es plano, puedes ser fiel y aburrido, o inventarte unas curvas de nivel propias de la alta montaña: tu profesor sabrá de tu ansia por “moldear la topografía” antes de que hayas empezado a proyectar. Además, siendo fiel tendrás cada semana el mismo terreno, mientras que dar rienda suelta a tu ingenio te permite crear cada vez una maqueta distinta: conseguirás que tu profe se percate de la cantidad de tiempo de tu vida que pierdes sólo por y para él. Lo tendrás en el bote. Pese a todo, debemos hacer una concesión a nuestro profesor, y resaltar la importancia de la maqueta como elemento de transmisión del conocimiento del alumno, facilitándole enormemente la tarea de evaluación. Para ello debéis saber varias cosas. Por ejemplo, que el mito de “el tamaño no importa” es absolutamente falso. Una maqueta grande es siempre mejor que una pequeña, pues demuestra vuestro afán de opulencia y la devoción que por él profesáis, no importándoos perder todo vuestro tiempo y dinero para satisfacerle. Y si lleváis más de una, tanto mejor. Aunque algunos penséis que repetir un mismo modelo cual cadena de montaje no os lleva a ningún sitio, éste puede ser el secreto elixir que tanto ansiabais para engordar vuestra nota. Por otra parte, nunca os dejéis engañar cayendo en la trampa de la “escala recomendable”, que es la expresión que se introduce en el programa del proyecto para decir al alumno que se ha estimado una escala a huevo y que probablemente si le hacemos caso nos salga una maqueta-llavero o tengamos que alquilar una furgoneta para traerla (lo que pone en evidencia los amplios conocimientos de nuestro querido profesor). Hacer la maqueta a la “escala recomendable” implica un más que probable suspenso, y desde luego una reprimenda asegurada, pues si algo nos han enseñado, y en ello estamos todos de acuerdo, es que hacerles caso será sin duda el peor de los defectos de tu proyecto. Así pues, sea para satisfacer los deseos más íntimos de nuestros superiores académicos, para expresar nuestra más sincera adulación o para dar de comer a las familias de los fabricantes de cartón pluma, lo cierto es que, por ahora, nuestros destinos siguen ligados de forma inevitable a esas creaciones que tanto sufrimiento nos dan y tanto tiempo nos quitan: las dichosas maquetas. El Sopas. 2005. |
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HACE MUCHO TIEMPO, EN UNA ESCUELA MUY, MUY LEJANA...
Los rebeldes acaban de ganar su primera batalla contra el maligno Imperio Proyectivo, y han logrado hacerse con los planos secretos de la más poderosa arma imperial: El plotter de la muerte, una máquina secreta con un poder tal que es capaz de destruir las vidas y proyectos de un planeta entero. Perseguida por los agentes del Imperio, la Princesa Faster se dirige hacia su hogar, custodiando los planos robados que pueden salvar a su pueblo, y restaurar la libertad en la Galaxia… Y, mientras tanto, entre las arenas del Centro de Cálculo, alguien realizaba una preinscripción al (de haberlo sabido entonces…) Lado Oscuro del Proyecto. Pero ésta no es una historia de caballeros y malvados, de escalímetros robados a los padres en la lava y dados a sus hijos… Es sólo la historia de un mundo fantástico, inimaginable y que, para bien o para mal, tocamos todos los días y nos contagia, hasta la médula, de palabras vacías y frases que pudieran estar mucho mejor construidas. En ese mundo hay tragedias y victorias, comedias e historias que se limitan a suceder; es un mundo como tantos otros aquel del que maldecimos. Sólo es otro lugar, a veces muy, muy lejano y otras, todo lo contrario. Un buen día, unos señores dijeron en una mala clase que habría entrega en breves semanas. ¿Entrega de qué? La historia iba a ser graciosa… Lo que en un comienzo eran seis A2 y fueran inmediatamente procesados como “unos pocos planos”, segundos después de la hora de la entrega se convirtieron en unos nombres apuntados en un triste A4, el compromiso de llevar al día siguiente reducciones en el mismo formato para dejar constancia de haber entregado y una carpeta bajo el brazo de vuelta a casa. Esos señores no querían saber cómo íbamos, qué habíamos hecho, corregir nuestros errores o simplemente ver qué habíamos aprendido. Sólo querían un taco de folios que hojear para demostrarles a sus mujeres e hijos que, a pesar de no haberse preparado una sola clase en toda su vida y darlas sólo de vez en cuando, eran profesores en la universidad y tenían alumnos. Lo más curioso de
todo es que estos seres sean capaces de corregir en un formato cuatro
veces menor que el original (para el que los planos están pensados),
porque lo son. Días después de la “semana de las entregas mutantes”,
volvieron a la carga. Una vez más, los rebeldes sólo protestamos y apenas sirve de nada. El plotter de la muerte carga en este momento el rollo; la vida y los proyectos de otro planeta están en peligro. Ahumm. 2005. |
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I CONCURSO DE RELATOS CORTOS DEL CROQUE:
EL DÍA QUE SECUESTRARON A JUAN NAVARRO BALDEWEG
Capítulo II: CONSPIRACIÓN
Recordemos el anterior episodio. Unos hombres de negro secuestran a un anciano en la biblioteca de Puerta de Toledo ante la atenta mirada de un estudiante de arquitectura resacoso pero humilde. Nuestro héroe investiga y consigue apoderarse de un documento que cambiará el mundo de la arquitectura. Pero mientras nuestro amigo se juega el hígado en la cafetería de la ETSAM, una sombra aletea en Oriente: en el continente africano los vestigios de una civilización ancestral oscurecerán aún más este turbio asunto… |
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* * * En la ETSAM los ánimos estaban muy convulsionados, y sobre todo en la “Cátedra Navarro”. -Alguien ha robado algo de los archivos del Jefe y, lo que es peor, también nos han robado al Jefe- dijo uno de los profesores. –De qué carajos se trata, a nadie le interesan esas antiguallas-. Pero era verdad, la lista en la que figuraba una lista de nombres de dudosa relación y con una caligrafía ininteligible la poseía una de las fuerzas oscuras de la ETSAM. Un estudiante anónimo había sustraído con “humildad” aquella lista y la había llevado a Torre de Oñate, en cuyo monasterio de las hermanas Ursulinas con Sandalias se albergaba la cúpula de El Croque. Un encapuchado tomó la lista; tras ojearla repetidas veces, se le ocurrió decir –Ésta es la prueba que hemos estado esperando. A través de los siglos hemos seguido la pista de un ente imaginario que pasa hereditariamente de gañán en más gañán. Se trata de un ser que ha adoptado nombres como Vitruvio, Leonardo Da Vinci, Scamozzi, Le Corbusier, Pazo… En fin, un parásito que ha ido chupándole la vida al mundo de la arquitectura desde tiempos inmemoriales, escribiendo mucha palabrería pero sin construir ni una casita de tarugos de madera, y en consecuencia evitando que un gran número de buenos arquitectos salieran a las luces de la historia-. Nuestro héroe cada vez estaba más confundido… * * * La Petite Maison era lo
más parecido a ese zulo que había visto en su vida. Don Juan Navarro no
daba crédito a lo que veía: un vagón de metro de hormigón con todo lo
necesario en no más de treinta metros cuadrados. El parecido con la celda
en la que Le Corbusier había recluido a su madre hacía años era patente.
Incluso los chorretones de las goteras eran similares. Sin duda se trataba
de uno de los ejercicios de cátedra imposibles de construir bien, pero de
idea brillante. Uno de los maromos de negro se atribuyó el mérito de la
obra. Pese a su cerebro de mosquito y su incapacidad constructiva,
afirmaba haber tenido matrícula de honor en los nueve cursos de proyectos
arquitectónicos. * * * -Los aviones son como las cunas- dijo El Sopas tras acomodarse en uno de las butacas de clase turista. En seguida un sueño placentero se le pasó por la cabeza. En él se encontraba en un viaje de cátedra en la Francia austral rodeado de mozas y botellas de tequila en la explanada de la Iglesia de Nôtre-Dame-du-Haut en Ronchamp. Su faceta de explorador le llevó a una cripta oculta debajo de una de las papeleras (los sitios más anodinos son los más interesantes) En el centro de la cripta, un sarcófago de zinc, abierto y vacío. En la lápida, unas iniciales ya por todos conocidas e incluso algo recurrentes, pero importantes para el relato: J.N.B. Unos bandazos despiertan a nuestro soporífero amigo. –Joder, ya hemos llegado, siempre me pierdo el puto despegue-. * * * Pese a ser muy típico el que saliera una moza desnuda de una tarta gigantesca, impresionó mucho a Don Juan Navarro. Tras el apagón, un motorista de la conocida empresa Teletartaerótica trajo un gigantesco regalo para los cuatro integrantes del secuestro. Comieron a bocados de la tarta, fornicaron con el regalo del roscón (que le tocó pagar a Don Juan), bebieron whisky del bueno, fumaron puros habanos y apostaron sus cuartos en una partida al Monopoly. Don Juan se obligó a pensar que esto era una maniobra para potenciar el síndrome de Estocolmo. La noche se la pasaron de vicio en vicio, y de cama en cama. * * * -El cielo está ardiendo-, pensó con “humildad” un desconocido conocido, que casualmente se encontraba en Barajas ojeando un ejemplar de “el Croque”. –Tin, ton , tin les comunicamos que el vuelo El Cairo-Madrid de Iberia con un retraso de tres meses acaba de aterrizar-. Nuestro héroe había llegado. Los dos amigos se dieron un abrazo cordial y decidieron que lo mejor para celebrar el encuentro era tomar una refrescante, burbujeante cerveza con dos dedos de espuma, pero debido a que las tarifas del aeropuerto no son muy baratas prefirieron coger el metro y tomárselo en otro lugar. * * * -……….Nave nodriza a Juan Navarro, ¿Dónde se encuentra Don Juan? No se le habrá ocurrido pasar por clase que ya sabe usted lo que le agota…… -…… Hemos perdido contacto con Don Juan, preparad los satélites y los cruceros……… -……… Nave nodriza al mando, que empiece la esperada Operación: “¿Donde está Juanito?”
Un Humilde Estudiante & El Sopas. 2005. |
@-© 2005 suspensoenproyectos editons. (Foto)copia y difunde.