Sabemos que esto es una putada para nuestros más fieles colaboradores: Pazo, Ahumm, Sopas, Humilde, Barco, OXO, Guaynot ...pero no hemos querido desperdiciar el efecto mediático que tiene una sangrienta muerte inesperada.

    Bip – bip – biiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiip

La Cúpula Corrupta
de Suspensoenproyectos Editions.
Mayo de 2007.

    Redescubro la emoción que hace seis años me causaba estar en esta situación: sólo en la noche de la gran ciudad, escuchando los ruidos de los pájaros madrugadores y disfrutando de la experiencia urbana más transgresora. Era emocionante salir por Madrid a los dieciocho sin hora de llegada a casa...

    Sin embargo ahora todo eso me da igual. Soy capaz de emocionarme recordando lo que sentía, pero no lo siento ya. Es una pena.

    Supongo que El Croque es igual. La crítica macarra es una postura ante la vida. Es una manera de vomitar lo que nos escupen, de rechazar lo que tratan de imponernos.

    Hace cinco años me hubiera atrevido a aconsejar a los alumnos de primero estando en segundo. Quería gritar: ¡ei tíos cuidado, os van a joder! Y de paso colocarme en un escalón más alto para no sentirme tan humillado.

    Pero ahora, francamente me da igual.

    No escribí en El Croque por hacerle un favor a nadie, no quería cambiar el mundo. Quería sentirme mejor, ésa era la razón principal y lo demás viene en el lote.

    El Croque es una de las experiencias más grandes que he tenido. Fue real, fue nuestro, fue cutre y funcionó. Es la prueba de que todavía existen ganas y fuerzas para hablar y para luchar... Pero todo esto pierde sentido a medida que desprecio de un modo más consciente todo este mundo que critico.

    Lo que antes era un castillo es ahora una ruina donde titiriteros luchan por expoliar capiteles desconchados. Y me dan pena, no rabia.

    Tampoco siento la más mínima simpatía por las nuevas generaciones que entran en esta escuela, pues el destino y mi suerte han querido que conviva con ellos hasta el final de mis días aquí, y me parece que repiten los mismos esquemas que tan asqueado me dejaron en mi época de novato.

    En fin, pocas cosas me atan para seguir escribiendo, porque si no sé para quién escribo, qué sentido tiene todo esto.

    No quiero ser como Jaime Capmany que viejo, loco y fachísima seguía escribiendo en el ABC con el mismo éxito de siempre, porque sus lectores no fallaban y las nuevas generaciones fachosas le adoraban. A mi no me vale.

    Supongo que a las nuevas generaciones El Croque les hará gracia, ¿y qué?, pues que lean los números pasados. Yo ya no estoy ahí.

La paja. 2007.

    Nunca es fácil encarar un final, sobre todo cuando lo que se termina ha supuesto tanto como esta publicación. Uno no sabe muy bien cómo despedirse de unos lectores a los que en parte conoce y en parte no; en este “alegato” quizás debería hacer un resumen de las ideas y actitudes que me han impulsado a perseverar, año tras año y número tras número, en la colaboración y confección de este boletín.

    Y llevo unos días dándole vueltas a esto, porque como os podréis imaginar, la decisión de cerrar el boletín llevaba ya tiempo tomada. Unos números de elaboración harto complicada, una sensación general de repetición de contenidos y un poco de perspectiva llevaron inevitablemente a eso de "lo bueno, si breve...", desencadenando la Muerte del Croque.

   Sé que podríamos haber intentado alguna otra solución... pero, creedme, un harakiri siempre será mejor que ver un Croque moribundo, con el enésimo artículo sobre los profesores de proyectos chungos y la enésima polémicaaa sobre un error de concepción de un edificio famosete. Y con la enésima patita por debajo de la puerta para ir a pasear por el camino de baldosas amarillas. En fin, más vale morir de pie que agonizar de rodillas.

    Pero esto no significa un fracaso.

    El Croque es en sí mismo una victoria, una gran victoria.

    En primer término, para nosotros que le dábamos vida. Hemos podido comprobar en primera persona lo que es tener un megáfono completamente libre en las manos, lo que implica sostenerlo, lo que implica gritar por él. Hemos podido superar esos números vacilantes, con los primeros artículos que son casi una purga para nuestra cabeza. Ya limpios de ansiedades, pudimos ir decidiendo sobre lo que queríamos escribir, pausada o aceleradamente, pero siempre con la seguridad de que si nos dejábamos algo en el tintero siempre podríamos contarlo en otro número. Y en esta Escuela tan llena de trabajo inútil y yermo, tuvimos el privilegio de hacer algo que realmente merecía la pena.

    Y en segundo término, ha sido una victoria para eso que llamamos “Espíritu Croque”, y que sabemos que “está en todas partes”. No es más que el espíritu de libertad, y aun de compromiso con nosotros mismos en este viaje a través de un mundo atravesado por la estética totalizadora. Sin consignas ni dogmas, sólo con ganas de pinchar un poco aquí y allá para que no se diesen las cosas por sentadas. Nada es para siempre, y nada es así para siempre.

    Y dicho esto, ya no resta sino despedirme. No pensé que fuera a llegar este día, pero como dice Javier Krahe, mañana ha sido hoy tan de repente... Y hoy tengo que por fin hacerme cargo. Así que, mis queridos lectorcetes, espero que mis artículos y parodias hayan contribuido a vuestro espíritu crítico y también -¿por qué no?- mis numerosos chistes malos os hayan movido a esa risa desvergonzada y abierta que es la única capaz de disolver las telarañas del miedo, iluminando así hasta los más lóbregos corredores de la vida.

El maquinista de la Particular. 2007.

    En Europa, occidental y rica, cabeza y motor... la educación debe producir ciudadanos controlables, flexibles, adaptables... debe producir ciudadanos. Va puliendo el hielo hasta conseguir cubitos. Todo funciona ya, y tiene que seguir funcionando...

    Simplemente, para que el mundo... te parezca bien.


    La educación en la Universidad es básicamente la continuación de lo mismo. Quieren estudiantes que no cuestionen, arquitectos que funcionen sin roces... Lo que haga falta para aprobar. Si en este momento toca construir eufóricamente, se hace.

    Y todo sigue funcionando... Los clientes, las empresas, los políticos, los municipios, la mano de obra, el sector de la construcción, la economía del país...

    La educación consiste en amansarnos hasta confundir nuestros propios deseos, ilusiones y necesidades con las exigencias sociales. Se acaban solapando, poco a poco, porque si “casualmente” coinciden, recibes premio.

    Consiste en creer que nuestro camino es recto y previsible, tal como lo exige el sistema. Ponen la meta, disparan el gatillo. Así nadie nos empuja a correr.
    Consiste en someternos hasta que nuestros sueños se conviertan en los suyos, y nuestro criterio en el criterio de los que deciden.

    ¿Hay salida, otra opción?
    ¿qué hacer cuando la educación se convierte en una lucha?
    ¿qué hacer en este mundo con un corazón salvaje?

    Hay una especie de frikis de los que se creen artistas que me irritan especialmente. Son esos que quieren que la mente del espectador imagine más allá de su obra. Crean algo que para ellos evoca alguna cosa en concreto: alguna vivencia, alguna reflexión suya, etc. Como idea no está mal, lo que falla es la ejecución… ¿Y eso es arte? pues leeos “¿Qué es el arte?” del Croque 17. Yo diría que la mayoría pecan de falta de creatividad. Todo aquello que no saben bien cómo expresar, lo evocan con algún elemento que para ellos está muy ligado a esa idea que tienen en la cabeza; pero para el resto de los mortales significa cualquier cosa o, directamente, nada. También los hay que tienen aún menos mérito y que dejan un espacio en blanco (o en negro) en su cuadro, un hueco en su escultura (o edificio, para los que penséis que son cosas íntimamente ligadas), una canción hecha a base de silencios… La nada es un elemento más, pero en ningún caso puede ser el elemento principal.

    El otro día estuve viendo un blog sobre arte y diseño hecho por frikis (frikis con un puesto de periodista interesante) y para flipados. Si hubiera sido bueno, que los hay, no estaría hablando de él (¡leche! Se me ha olvidado lo de la crítica destructiva). Ese día hablaban de que ahora está de moda hacer arte y diseño que evoque, que no exprese directamente aquello que quiere transmitir. Así, sólo lo podrá entender la gente interesante de verdad (o sea, los flipados). Como ejemplo, te mostraba una película flash de algún fulano reconocido en el mundo por periodistas como él. Después de verla, ni yo ni ninguno de mis subordinados entendimos lo más mínimo. Será que no somos gente interesante, o será que el tal súperdiseñador es un súper “me molo a mí mismo”.

   De aquí saco dos conclusiones. La primera es que la gente (el gran público, que siempre va a la zaga de la elite artística) está empezando a admirar el no-arte, la ausencia de arte como forma de expresar aquello que el artista quiere transmitir.

    Para la segunda voy a volver a la autocrítica (vaya forma de fastidiar el artículo, ¿no?) y voy a imaginarme que el friki de antes hizo un vídeo que sí le transmitía al periodista flipao y, con él, a unas cuantas personas. Eso me hace pensar que ya no hay una norma única, un mismo criterio ni un mismo rasero para poder decir si una obra es buena o mala; hay tantas formas diferentes de comprender el arte que nadie puede llegar a entender todo lo que pasa por delante de sus ojos (ni oídos); eso justificaría esa frase tan arrogante que oí hace años de algún personaje importante cuyo nombre no recuerdo: “el arte moderno, o te va, o no te va”.

    Cuando hago el recorrido, a veces pienso que, en mi mochila, llevo siempre lo mismo: el recuerdo de la misma gente cruzando el “chulipuente”, la misma sensación de agobio producida porque, una vez más, tengo entrega de proyectos, o esa mala suerte que hace que, al contrario que todos tus amigos, siempre te toque el grupo que era fácil pero ha cambiado el método de trabajo y te hace currar como un desgraciado...

    Incluso llegan las vacaciones e intentas evadirte, marchándote lejos en un viaje que se convierte en el mismo desierto, lleno de la misma arquitectura en la que no puedes evitar fijarte, incluso con la sensación de que siempre, vayas donde vayas, te cruzas a la misma gente (¡joder!, ¿aquellos de allí no son de la escuela? Menuda coincidencia...).

    Sabes que algún día saldrás, alcanzarás el horizonte de tu desierto. Crees que algún día saldrás... No sé, ¿realmente saldrás algún día? Te asaltan las dudas...

    En el fondo eres como el protagonista de tu propia película, hasta que un día te das cuenta de que no eres un actor, y sin embargo siempre tienes el mismo telón de fondo. Te das cuenta de que, todos vosotros, sois siempre los mismos actores de reparto de mi película.

    A veces me imagino como Jim Carrey en aquella película en la que toda su vida gira en torno a una farsa. Entonces, me dan ganas de echar a correr, saltar por alto los obstáculos y llegar al horizonte, para demostrarme a mí mismo que es real, que algún día llegaré a alcanzarlo. Sigo avanzando por mi desierto, cada vez más rápido, hasta que, en mi fantasía, topo con un muro de cartón piedra. Miro a mi alrededor y me veo encerrado en una mentira de paredes pintadas de colores. Entonces, oigo una voz desde el cielo, como la de Ed Harris (aunque quizá Christof sea en esta ocasión Aroca, o Juan Navarro...), diciéndome que debo aguantar, que sin mí, sin vivir esta mentira, las vidas de muchos carecerán de sentido, pues toda esta farsa es necesaria para que alguna gente siga viviendo tranquila. Y me despierto sobresaltado, sin saber si todo ha sido real o sólo un mal sueño...

    Espero que todos algún día descubramos si realmente existe ese muro de cartón piedra que separa nuestras vidas de las del resto de los mortales, y que podamos elegir, como lo hizo Truman. O quizá no...

El Sopas. 2007.

    O sí.

    Pero hablemos del cálculo. Porque es muy bonito decir que los arquitectos estamos en el vértice de la pirámide cultural, cuando luego somos unos filosofillos de tres al cuarto que saben subcontratar su prestigio habilidosamente. ¿Qué sabemos de estructuras?

    En el Plan 96 la enseñanza se divide en cuatro asignaturas básicas (una por curso, de segundo a quinto) más Cimentaciones (también en quinto). Como características comunes advertir que todas tienen prácticas semanales de tocar las narices y que todas son en ese maravilloso horario de las 8:20 de la madrugada (lo que provoca que todos lleguen dormidos o tarde).

    - Mecánica del Sólido. En este maravilloso engendro te dedicas a rescatar las hojas resumen de las derivadas de COU (o de BACH) porque te has tirado dos asignaturas de Matemáticas aprendiéndote las maravillosas formas de vida del espacio afín euclídeo. Lo que te explicaron en Física sobre el sólido rígido resulta ser un caso particular de un mundo desconocido, o lo que es lo mismo, resulta ser mentira. Y un señor muy simpático se dedica a abrumarte con vigas que se tuercen y funciones que se integran pero que no se calculan. Aparece el ql²/8 en tu vida, sin manual de instrucciones. Qué peligro…

    - Análisis de estructuras. Si eliges al profesor correcto, descubrirás que todo lo que te hizo sudar tinta en Mecánica se podía haber aprendido sin tanto drama en dos semanas, lo que te hace sentir aliviado pero tonto, sobre todo por el divertido examen que tuviste que repetir en junio. En fin, pelillos a la mar porque esta asignatura funciona como base real de estructuras, y es de las que hay que atender hasta el final. ¡Hasta se puede aprobar por curso!

    - Dimensionado de Estructuras. Aquí no hay salvación posible. El temario es enorme, y las ambiciones, mayores: aprender a dimensionar todas las estructuras en 10 créditos.

    Para empezar, te incitan a comprar un librote llamado “El Tomo” que cuesta 24 euros en Faster y que recopila, sin aviso previo y sin índice, los mejores apuntes de De Miguel de cuando daba clases en Valladolid allá por los noventa. Y de tal UVA, tal mosto. Menos mal que tenemos nueva normativa de casi todo, con lo que ya podemos recomendaros que no se os ocurra comprároslo.

    Más tarde se descubre que no te enseñan estructuras digamos puras, sino aplicadas. Cuando uno lleva mucho tiempo calculando cosas, se acaba decantando por unos métodos y desoyendo otros, acomodándose a unas preferencias personales que acaban conformando el “librillo del maestrillo”. Lógico y normal. Lo malo es que no se puede pretender que la enseñanza consista en un copia y pega de ese mismo librillo, que es lo que sucede en esta asignatura. Prefiero que den menos temario a que me simplifiquen unas cosas que, en cuanto avance un poco, voy a tener que complejizar para poder entender de verdad, o para desecharlas por completo. Al margen de que no se les entienda ni jota en general, por los numerosísimos sobreentendidos que manejan.

    Para rematar las cosas, en el final suelen proponer divertidos problemas de depósitos de agua arriostrados con barras de pan y de losas quebradas con forma de decágono estrellado. A veces. Así que, cuando por fin consigas aprobar, siéntete feliz. Definitivamente, las asignaturas impares son las malas, pero de ésta se sacan unas tablas de momentos básicos para todo tipo de vigas realmente prácticas.

    - Proyecto de Estructuras. Por la escuela se comenta que aquí es donde se aprende de verdad a calcular estructuras. Como en todo, depende de con quién te toque. Curras mucho más que en las anteriores –aunque tenga sólo 5 créditos-, tiende a ser grupo y lo que hace realmente que aprendas a sacar las cosas es tener que repetir 50 veces los cálculos que antes sólo habías copiado en una birriosa práctica semanal que a lo mejor ni hiciste. De nada.

    Eso es todo, chicos. Las asignaturas optativas de esta rama son de calidad pero de temer, sobre todo las que se llaman “Práctica en proyecto de estructuras… (aquí tu material favorito)”. Ojo que se pueden suspender!!! Suelen tener diez créditos de sadismo estructural, pero si las sigues te reportarán grandes beneficios.

El maquinista de la Particular. 2007.

    Es curioso lo que se puede conseguir haciendo diagramas. La bazofia justificada es menos bazofia y acaba convirtiéndose en arte (Oooohh). Puedes parir un edificio con una planta horrorosa e infuncional, con pasillos lúgubres, “espacios vertedero”, y yonkódromos floreados. Pero nadie dirá nada, si esas repugnantes plantas van aderezadas con diagramas sobre la composición química del suelo, las sucesiones de los estratos paleográficos, o los hábitos reproductores del escarabajo pelotero. Gracias a ello nos sentiremos más tranquilos, ya que no vulneramos la privacidad sexual de los coleópteros. A cambio tenemos el “mal menor” de contemplar día y noche a cuatro yonkis flautistas saltando a la comba en el jardín.

    La verdad es que los “esquemitas guarrones” te pueden sacar de más de un aprieto. La mayoría de la gente los emplea para rellenar los insidiosos espacios en blanco de los paneles. Otros los usan para que si les putean el proyecto puedan decir algo así como: -No, si cada trazo tiene un fin en sí mismo, y el proyecto es el resultado del estudio exhaustivo de múltiples variables sensoriales invisibles-. Gilipolleces.

    Pero sin duda su uso más destacado es el de ganar concursos sin hacer ni el huevo y, por consiguiente engrosar nuestra cuenta corriente. Con este método novedoso no se necesitan plantas definidas, sino un catálogo extensísimo de condiciones de contorno que colocaremos estratégicamente definiendo una forma caprichosa (cuanto más caprichosa mejor). A dicha forma le daremos unas pinceladas superficiales, colocaremos unos fotomontajes reciclados de proyectos anteriores, ¡Y listo!, ya lo tenemos amigos. Hemos conseguido tener algo presentable para un concurso, que seguramente no ganaremos, pero lo que sí que obtendremos será un pastón cuando nos publiquen los “pelotillas” de El Croquis.

    Y es que los “esquemitas justificativos” molan un huevo y es muy divertido emplearlos. Por ejemplo, tenemos los cristalitos de colorines del Musac de León de Los “Tuñones” que parten de una digitalización (o eso dicen ellos) caprichosa de las vidrieras de la Catedral (si el Maestro constructor levantara la cabeza…) Aunque tienen otros ejemplos más eméritos de estupidez crónica. Como el proyecto del edificio en cruz en Teruel en el que nos muestran con desparpajo y alevosía dónde se encuentra Teruel (donde marca la cruz). Pero además se inventan una rayada digna de un empacho de setas alucinógenas. Los “girasoles fotovoltaicos”, personalmente me dejan sin palabras.

    Pero no sólo los “Tuñones” hacen locuras anarquitectónicas. Podemos quedarnos obnubilados con las propuestas urbanas de Efrén y Cristina para Jyväskylä. ¡Qué edificios!, ¡Qué esquemas tipológicos!, ¡Qué maquetas en poliestireno rosa más cursis a la par que repugnantes! No creo que se pregunten porqué no construyen nada. Dando clases paralelas en la Universidad Pública y en la Privada, se gana suficiente para poder hacer “experimentos compositivos”, ¿Construir? ¿Para qué?, Soy Artista Lóreal, porque yo lo valgo.

    Aunque el Gallifante arquitectónico de oro se lo lleva merecidamente nuestro admiradísimo Don Eduardo Arroyo. Sí, sí, el que debió haber sido el arquitecto de la mansión de “La Senda de los Elefantes”. Este galardón se lo lleva por ejemplos tales como las fachadas de lamas aleatorias (pero con un proceso compositivo bien estudiado), el estadio de los asientos de colorines (como el payaso de Micolor), las plantas del parador de turismo definidas por la velocidad de uso (he dicho parador, verdad???).

    No se salvan ni las viviendas unifamiliares. Tiene una casa en El Escorial que respeta todos los árboles, quizás debería pertenecer a un alto directivo de Greenpeace. Pobre hombre, ya verá que risas cuando las raíces le revienten las instalaciones y le levanten el parqué del salón, sin contar con lo que va a pagar por la precisa excavación para cimentar, sin molestar a los árboles (esos son factores no-esquematizables).

    Lo peor de este señor, es que tiene fe ciega en sus esquemitas, se cree que el “genius loci”, es una nube de superficies, atractores de programa, difusores de paisaje y manchas de colores cantosos. Y de entre los rayajos y nubecillas saldrá Dios. Aparecerá el proyecto flotando en el mar, dentro de una concha venusiana (¡Oh!, qué artista, que sensibilidad, snif snif).

    Pero, lamentablemente, no sólo cree en sus esquemitas. Sus aportaciones para el “Sociópolis” de Valencia son las más interesantes. Aportaciones que rozan la crueldad y la insensibilidad hacia las personas. Viviendas terapéuticas con nombre propio, para los ancianos “la casa observador”, para los huérfanos “la casa cocoon”, para las mujeres maltratadas “la casa tocador”. Seguro que a la peña que dedica su tiempo dejándose la piel voluntariamente por toda esa gente no les hace ni puñetera gracia los ocurrentes nombrecillos. Personalmente creo que los elefantes de aquella gran película debían arrasar esos conceptos de los que hace uso nuestro amigo. Ciertamente las casas “Experiencia”, “Peter Pan” y “Valentía” podrían suplantar más honrosamente a las nombradas por este desgraciado. Por lo menos estarían destinados a enaltecer egos machacados y no a crecer los nuestros con ocurrencias dignas de un Club de Pádel.

    Lo primero que necesitas es haber terminado la carrera. A estas alturas, para ser becario es imprescindible que hayas cursado sólo con las cátedras “guays”, con notazas en proyectos aunque el resto de tu expediente sea lamentable, y por supuesto que ya lleves el don de la arquitectura impregnado en ti: gafas de pasta, ropa de diseño, mirada arrogante, y sobre todo que te sepas un ser superior.

    Ahora lo que necesitas es un buen comienzo. Debes haber trabajado lo suficiente durante la carrera como para tener en tu agenda a un buen puñado de profesores/as a los que ofrecerte para cualquier tipo de labor de despacho, tras lo cual obtendrás tu puesto casi con seguridad.

    Ya tienes el puesto. Ahora deberás mantenerlo. Los primeros pasos son sencillos, sólo debes pasar por la escuela como un estudiante más, hacerte amigos entre los alumnos y preguntarles por su entrega o su fiesta del fin de semana. Debes aparentar que no te enteras de nada, dar la razón al profesor y apoyar a tus amigos alumnos en las correcciones más duras. Así los tendrás en el bote, y tu superioridad saldrá a relucir con más fuerza cuando des el gran golpe.

    Tu primer reto llega ese día en que el profesor no puede venir. No pasa nada porque, aunque nadie irá a tu clase, esto desatará la ira de la cátedra y entonces se te reivindicará como un igual, y ahí es donde tendrás tu segunda oportunidad... la definitiva.

    El profesor no llega, pero la clase debe empezar. Entonces, contra lo que todos piensan, asumes el mando y decides empezar la clase. Las sutilezas quedan de lado porque ahora Tú eres quien manda, y puedes dar caña. Y ya ves si la das, no se te resisten ni los de sobresaliente, el caso es criticar, hacerles saber que Tú lo hubieras hecho mejor. Pero no lo razones, bastará con una risa sarcástica. Seguramente, a su vuelta, el profesor diga lo contrario que tú, pero eso no importa, dado que ahí te esconderás vilmente tras sus faldas y le darás la razón, de forma que pasarás el trago... Ya estás cogiendo la onda...

    Finalmente, el día de tu graduación llega con la entrega final. Es importante desmoralizar a los alumnos, ridiculizarlos, que sepan que te ríes abiertamente de ellos y de sus proyectos, pues ambos son igual de patéticos. Pero no centras tus fuerzas ahí, sino después, a la hora de corregir. Cuantos más suspensos logres, más criterio tendrás, y más caché obtendrás para tu futuro puesto de profesor. En la lectura de notas, unas cuantas miradas bastarán para que sepan quién ha influido en sus notas, pues ya te elevas por encima de sus hombros, sabiendo que no son nada, que tú has logrado llegar a lo más alto, que ya no eres un simple estudiante, sino que perteneces, sin duda, a la generación J.A.S.P.

    Si no cambian las farolas de la ciudad de diseño nada cambiará en tu vida si sigues en ella.

    Un edificio nuevo que se va a construir, en el dibujo de cara al espectador no existen farolas, es sólo edificio, sólo así es posible darse cuenta de que esa realidad existe, eso que es la arquitectura, la casa, la edificación o los ladrillos. Una vez construida la casa esto pasa a un segundo, o mejor a un plano olvidado. La farola de la ciudad reina en soberanía. Al salir del portal ya estás de lleno en la ciudad X, porque la farola te lo dice. Aunque sea un nuevo barrio y todo sea nuevo y moderno, lo principal es dejar claro que esas nuevas casas, esas nuevas calles, esas nuevas tiendas , esos nuevos paseantes que sacan al perro a las 5 de la mañana lo hacen bajo la luz de las farolas de la ciudad X.

    Sólo cuando una construcción es extraordinaria, bien por grandiosa, o bien por ordinaria, la obra arquitectónica desbanca a la luminaria, podría citar por ejemplo el edificio de San Chinarro del agujero, las obras de Calatrava, o de cualquier arquitecto de marca, o una catedral.

    No sé si es mucho a exagerar pero el turismo de ciudad de ahora consiste en ver lo guapas que son las farolas de sus calles, y cómo no, el dibujo de las baldosas de las aceras, de las marquesinas, de lo que brillen, de si están limpias. Todas esas cosas si lucen bien y están bien iluminados por la madre farola dan esplendor a la ciudad, a sus edificios, sean de calidad o sean una puta mierda, no importa. Si son una puta mierda se pintan de colores de payaso y listo.

    Pero eso sí, el día en que esta realidad tan sólidamente impuesta cambie, es decir, el día en el que esa farola con tanta personalidad se cambie por otra que tenga otra distinta, todos cambiaremos. Es momento de agarrarse bien a la silla porque por menos empezó la Revolución francesa.