BIOCLIMATISIS (nº 13)

    Vamos a deleitaros hoy con este pseudo-edificio bioclimático, que nuestros amigos García Grinda y Díaz Moreno, tienen a bien vendernos como lo más de lo más: fantástico de la muerte.

    Según dicen, el resultado a perseguir no es el proceso, ni el producto, sino los efectos físicos, sociales, visuales y económicos: la verdadera sustancia de la arquitectura; está clarísimo, aquí planto yo esta cosa, que como Castilla es muy fea pues así la jodo del todo. No, no, no…

    Tantos diagramas os hacen perder el norte. Un buen edificio bioclimático es aquel que no está gritando ¡mira que raro soy, soy bioclimático! Dicen que quieren realizar una arquitectura de la energía cuya forma visible es simplemente la materialización de ambientes realizados como gestión de los procesos termodinámicos. ¿Pero a quien pretendéis engañar? Si os lo habéis pasado pipa jugando a retorcer las cosas, buscando esas formillas molonas para salir en El Croquis (y eso que no os importa el producto, que si os importara algo, buf!, se cagaba la perra).

    Todas esas tripas puede que estén muy bien, y nos alegramos, pero si el producto es simplemente eso: un producto que lo mismo le da todo, ¿entonces para qué los arquitectos? Hagamos cadenas de producción y llenemos Castilla de mierdas, que total ya está llena de torretas de alta tensión… El lugar importa, la historia importa, Medina del Campo no se merece experimentos de lanzadillos ni de nadie que no sepa lo que hace.

Bioclimatismo y moda: dos conceptos diferentes aunque no necesariamente antagónicos.

Pero, ¿y esquizofrénicos?.