El Croque nº 3
(febrero 2003)
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"llego
a madrid y no conozco el prado
y no lo desconozco por olvido
sino porque me consta que es pisado
por muchos que debiera ser pacido"
BIOGRAFÍA DE UN VAGO EMPEDERNIDO
(SOBRE LOS MALES
DEL EMBUDO)
UNA DE CAL Y OTRA DE ENGRUDO
"Y la biblioteca se hizo carne, y habitó entre nosotros, y la biblioteca era Dios".
EL RINCÓN DE PAZO #3: PAZO DREAMS
¿Cuándo
empezó esto que ahora va a terminar con mi asesinato? Esta feroz lucidez
que ahora tengo es como un faro y puedo aprovechar su intensísimo haz
para comprender el misterio de La secta. Recuerdo
perfectamente los comienzos de mi investigación sistemática. Fue una mañana,
en una librería. Entraba yo abstraída, lejos del torrente del tiempo, anónima...
me dirigía a los estantes de literatura, como tantas veces, a hojear
novelas, cuando de pronto un ruido brusco quiso despertarme, detenerme. Y
me detuve. Un libro de Le Corbusier se cayó justo a mis pies. Busqué con
la mirada pero no había nadie. Comencé a leerlo olvidando la estantería
de literatura universal. Olvidando el fin con el que entré en la tienda.
¿casualidad? No, amigo. Este sólo fue el primer indicio. Tienen la
eficacia, la rapidez y la misteriosa información que siempre tienen las
sectas secretas; esas sectas que están invisiblemente difundidas entre
los hombres y que, sin que uno lo sepa y ni siquiera llegue a sospecharlo,
nos vigilan permanentemente, nos persiguen, deciden nuestro destino,
nuestro fracaso, nuestros proyectos, nuestro tiempo libre e incluso
nuestras lecturas. Comprendí
aquel día que no era posible dejar transcurrir un solo instante más y
que debía iniciar ya mismo la exploración de aquel universo tenebroso.
Emprendí
una observación minuciosa, un análisis exhaustivo de lo que en la
escuela ocurría. Apenas comenzaba por aquel entonces a esbozar mi hipótesis
sobre posibles paraderos de Le Corbusier y ya había sido insultada por
carta y de viva voz por profesores y arquitectos de renombre.
Desgraciadamente La Secta tiene a su servicio hombres y mujeres normales,
no necesariamente relacionados con el mundillo de la arquitectura. La
primera trampa, esa bofetada,
el empujón que nos bautiza como miembros de la secta es, sin duda, la
frase repetida hasta la saciedad en los primeros cursos: “ahora tenéis
basura en la cabeza”. No es
un método pedagógico, forma parte del plan. Un plan calculado hasta el mínimo
detalle en el que participan profesionales de todo tipo: psicólogos,
empresarios, sociólogos, abogados... sus ramas se extienden por el
subsuelo y se comunican como un gran manto sin levantar sospechas. Cada
empujón en el pasillo, roce o mirada está estipulado en el plan. El plan
lo abarca todo. Nos preparan, nos educan, nos enseñan para sostener a La
Secta. Tenéis basura en la cabeza. Es ahora. A partir de este momento les
pertenecemos. Entonces, una vez dentro, comienzan a aislarnos del mundo. Y
los muros serán cada vez más herméticos. Una de las maneras, la más
obvia, consiste en el plan de estudios totalmente desfasado del resto de
las carreras. ¿casualidad? No, amigo. Estamos solos en ciudad
universitaria. Generalmente, esa sensación de estar solo aparece mezclada
a un orgulloso sentimiento de superioridad, desprecio a otras carreras,
las vemos tristes, fáciles, poco creativas... y es que la soledad a la
que nos obliga La Secta no nos asusta, es casi olímpica. Sin embargo, les
pertenecemos. Somos como perros ladrando pero sujetos por una cadena. Tenéis
basura en la cabeza. Esa es nuestra cadena. La cadena de apreciar las
obras de arte pagando cruelmente esos instantes porque todo lo que hacemos
después parece grosero y torpe. Es casi doloroso. Quizás el vértigo, el
pavor a lo desconocido (oculto) obliga a los estudiantes a marchar a la
deriva, a no oponer resistencia. “veréis el mundo de otra manera”,
“la arquitectura será vuestro trabajo y vuestro hobby”, “la obsesión
creadora os mantendrá despiertos por las noches”... son vigas de la
gran obra de Le Corbusier, compleja e impresionante, infinita... : La
Secta. Tremendo edificio en el que vivimos todos. Tremendo edificio en el
que estamos enjaulados. El
vasto imperio se sustenta, económicamente, y creo que en este punto no
cabe duda alguna, en empresas como Faster y Sancer, en publicaciones y
libros. Y nosotros pagamos. Son tan poderosos porque se adueñan de
nuestra voluntad. ¿y dónde están los límites de La Secta? Empiezo a
jugar con la idea de que esto que ahora cuento no es más que un apéndice
de algo mucho más grande, quizás la tierra se haya convertido en un
enorme tumor cancerígeno... Me
diréis que esto no es más que el colmo de la desproporción y del ridículo,
una presuntuosa y extraña construcción imaginaria mía. Sin embargo a mí
me parece tan obvio... Sé
que mi muerte me espera, y sé que ha sido por mi propia voluntad. Una
fuerza incomprensible y paradójica me hizo marchar hacia el horror, fui
penetrando en las regiones prohibidas de La Secta, en ese universo
tenebroso... indagar en sus secretos sabiendo que sería asesinada.
Aquí termino, entonces. La Secta me espera.
A Bruxa Piruxa. 2003. |
@-© 2003 suspensoenproyectos editons. (Foto)copia y difunde.
BIOGRAFÍA DE UN VAGO EMPEDERNIDO
Capítulo I: Europa
Érase una vez un cantero que vivía en
un pequeño pueblecito cerca de Aquisgrán. Este trabajador cantero tenía
un hijo llamado Ludwig, un chico contestón y vago como ningún otro.
Mientras su viejo curraba como un burro en el taller para poder comprarle
la Playstation II, el muchacho no pensaba más que en beber cerveza a la
sombra de un roble mientras veía como su honrado progenitor se dejaba la
vida, las uñas y los pulmones en el curro. Pero un buen día el viejo le
dio un ultimátum -Si no piensas dar ni un palo al agua es mejor que te
largues de casa- y el muchacho hizo eso, se afincó debajo de un puente y
se dedicó a estucar paredes. Pero era muy cansado y lo de ducharse después
del trabajo no le iba mucho.
Un buen día, mientras hacía botellón en un céntrico parque de
Berlín, apareció alguien que cambiaría su vida para siempre. Él era
Peter Behrens. Éste contrató al joven Ludwig para que llevara los
cafeses a todos los que curraban en su estudio. Esto fue una revelación
para él porque vio que curraban menos que funcionarios y todos estaban
forrados. Así que se dijo "Coño esta es la mía". Fue
ascendiendo por métodos un poco dudosos en el estudio de Behrens. Pero
aprendió mucho en este periodo (cómo fichar inmigrantes para hacer los
trabajos sucios sin que el jefe se coscara).
Decidió independizarse de Tío Behrens, pero para ello debía
cambiarse el nombre y buscarse un lema. El nombre no se lo curró mucho,
le añadió el Van der Rohe que le daba un toque holandés, con ello
consiguió entre otras cosas ligarse un par de suecas en sus vacaciones en
Ibiza. Pero la revelación principal fue su lema; Mies pensaba como
justificar su vagancia en una frase, y un buen día cuando la prostituta
que frecuentaba le dijo -Un polvo treinta marcos-, él le contestó -¡Coño!
y porqué dos cuestan sólo veinticinco-, a lo que la puta contestó - Verás
es que MENOS ES MÁS-. Este encuentro fue muy fructífero ya que el joven
Mies consiguió su lema y un polvo gratis, y la prostituta consiguió que
le diseñara un Burdel para ella solita.
Y desde entonces comenzó a edificar una serie de edificios que se
vendieron como churros. Así surge la mayoría de sus grandes obras, la
casa Tugendhat, la casa con tras patios, la casa Fansworth y sobre todo el
Pabellón de Barcelona. En esta obra consiguió vendernos la moto a los
Españolitos. -Un par de forjados por aquí, ocho pilaricos por allá, un
estanque a la izquierda y otro a la derecha- a lo que se dio cuenta de que
le sobraba el 90% del presupuesto y no se le ocurrió otra cos que comprar
un cacho de Onix de las Fuentes del Nilo, Mármol verde de la isla de
Tinos (Grecia), Travertino (que a saber de dónde coño lo sacó)... Todavía
le sobraba un 20% así que decidió galvanizar los pilares y comprarle una
estatua a Georg Kolbe. Y por último vio en IKEA unos sillones ideales de
la muerte en piel de becerro que hacían juego con las cortinas. Y cuando
Alfonso XIII le dijo -Oye tío, y esta castaña pilonga ha costado tanto-
Mies contestó -No sabe usted eso de que MENOS ES MÁS- Y el rey que
frecuentaba mucho el famoso Burdel Berlinés, se puso rojo y no volvió a
abrir la boca en toda la reunión.
Con todo y con esto le nombraron presi de la Bauhaus, pero no duró
mucho porque en seguida llegó Hitler al poder. Adolfito vio que allí sólo
había artistas rojos y exaltados, que tenían a sus amados inmigrantes
judíos currando de afilalápices, de barrenderos y de delineantes. Por
ello mató dos pájaros de un tiro dio vacaciones al extranjero a todos
los estudiantes y profesores y ofreció a los inmigrantes un contrato
"mejor remunerado".
En la próxima edición continúa esta trepidante
historia con el segundo capítulo "Mies en América", con más
acción, más sexo y sobre todo menos líneas. El Croques no se responsabiliza de las opiniones externas al
artículo (Que se J$!%&).
Un humilde estudiante.
2003. |
@-© 2003 suspensoenproyectos editons. (Foto)copia y difunde.
(SOBRE
LOS MALES DEL EMBUDO)
UNA DE CAL Y
OTRA DE ENGRUDO
Sucede que se da un hecho curioso entre las gentes. Un hecho que debería
hacer reflexionar a los arquitectos (siempre y cuando no estén
preocupados de más cosas que de ganarse los garbanzos, claro), y que
quizá pudiera hacer que las casas de este mundo fueran un poquitín más
habitables. Digamos que, desde hace unos ochenta años, cuando uno quería hacer que su
arquitectura fuera moderna, aparte de seguir las valiosas exigencias de Le
Corbusier, debía huir de todo elemento ornamental. Sólo se permitían el
uso de colores planos y las graciosas y esbeltas marcas del encofrado del
hormigón, sin pulir, por supuesto. Atrás quedaban las viejas molduras,
que durante siglos habían funcionado como elemento decorativo,
empleándose hasta la saciedad en todo tipo de construcciones y como
muchos y muy variados fines, aunque siempre de carácter estético
(realzando perspectivas, enmarcando grandes lienzos de pared, ocultando
los arranques del techo y los clavos de los cuadros,... cogiendo polvo
como condenadas...). Con la Modernidad la moldura tenía que desaparecer:
y así se lo planteó Le Corbusier cuando plantó su espíritu renovado en
una Exposición de Artes Decorativas, siendo premiado por los
organizadores con un bonito biombo para que se viera lo menos posible. Pero el biombo acabaría dándose la vuelta, y ya pasada la segunda guerra
mundial no había arquitecto (moderno) que quisiera enmoldurar su bellas y
modernas construcciones, que mostraban orgullosas la nueva tendencia del brutalismo
(consistente en dejar el hormigón tal cual y cuanto más rugoso, mejor)
en sus paredes. Antes de llegar a eso, ya Mies Van der Rohe había logrado
que, en sus proyectos, los muebles pudieran atornillarse al suelo sin que
el edificio sufriera lo más mínimo: como uno puede pensar, aquí hay
algo que no concuerda. (Si la casa está ya tan terminada que es tan
perfecta como estática, entonces la vida no se podrá dar muy bien en
ella, pues ésta es desordenada por naturaleza. Podremos decir que vivimos
en una escultura. Pero poco más.) Y después de muchos años de paredes lisas, perfectas y claras como el Sol,
resulta que vas y le pones un póster encima, porque tanta blancura (o
tanto hormigón) no hay quien la aguante. Y éste es el hecho curioso al
que me refería al principio. La gente no soporta las cosas tan limpias y
tan planas, (o tan homogéneamente rugosas y grises) y las acaba
acomodando a sus gustos y a sus neurosis, que no son pocas. ¿Un ventanal?
Pues verás que peaso cortina de flores. ¿Un falso techo liso y perfecto?
No tardarás es ver una moldura de escayola (y de catálogo) adosada.
¿Una pared hormigonada? Pues tendrás paletadas de estuco, que queda muy
cuco. Y cuando se ven sobrevivir las paredes lisas, los ventanales limpios
y los techos libres es cuando la gente no tiene la potestad de adecuarlos
a ella misma: oficinas, edificios públicos,... Y es que
–reconozcámoslo-, aunque hay mucho hortera suelto creando moda y
opinión pública, también hay gente que, sencillamente, necesita de algo
en lo que fijar la vista para entretenerse y que las cuatro paredes de su
miserable morada no se le caigan encima. La gente se encariña más de sus
viviendas cuando los espacios tienen zonas que no se pueden comprender a
primera vista: recovecos, formas curvas, sombras y luces... Algunos
postmodernos se dieron cuenta de esto y trataron de solucionarlo (aunque
un poco cínicamente), y ahí están las encuestas de Moore y la famosa
frase de Venturi respondiendo a Mies: Menos es un aburrimiento. Quizá no haga falta irse a Las Vegas para comprender esto. Existe en
urbanismo un concepto que los arquitectos deberían tener en cuenta, y es
el de la imaginabilidad. El padre de la criatura es Kevin Lynch, y nos
legó una serie de consejos para que las ciudades fueran imaginables por
sus habitantes y, en consecuencia, más fáciles de comprender, de
recorrer y de vivir. Decía que había que crear elementos en los que la
gente se pudiera fijar cuando recorría la ciudad (mojones a lo
largo de las sendas) y que le sirvieran para poder imaginar mejor
las zonas que atravesaba (barrios separados por fronteras) y
así hacer más agradable el paseo. Cuantas más sendas se conocieran,
más seguridad tendría el viandante al encontrarse en una intersección
(o nodo) y así podría orientarse mucho mejor y, en definitiva,
vivir mejor la ciudad dentro de las posibilidades que ella le ofreciera.
El urbanista debía tener en cuenta esos conceptos si quería que su
barrio fuera interesante y habitable, y proyectar en consecuencia. Los
arquitectos suelen pasar de este tema, pero a mi modo de ver deberían
intentar cambiar de escala los elementos de Lynch y aplicarlos a sus
proyectos. Y quizá se sorprendieran de los resultados. Resumiendo: no se
puede pretender que, en una casa, la vida discurra por un solo cauce. Que
la arquitectura ayude a que la vida fluya, en vez de a que se estanque y
se muera de aburrimiento, es una tarea que no hay que desdeñar por
cuestiones estéticas o pretendidamente funcionales. Y si ha de acabar
empapelada, pues bueno. Otra vez será. El
Maquinista de la Particular. 2003. |
@-© 2003 suspensoenproyectos editons. (Foto)copia y difunde.
"Y
la biblioteca se hizo carne, y habitó entre nosotros, y la biblioteca era
Dios".
San
Cemento. 43, 12-13
Con estas conocidas palabras,
pienso que se puede describir el revuelo surgido en la escuela estos días.
Y es que años de espera con la biblioteca más cutre jamás vista, han
dado por fin y al fin sus frutos. Ya se sabe que las cosas de palacio...,
pero aún así no me explico cómo carajo se puede tardar tanto tiempo en
tirar unos tabiques y en poner unas estanterías. Pero
bueno, yendo al grano y para no alargarme demasiado, querría aclarar unas
cuantas cositas que me traen por la calle de la amargura. Básicamente,
todo alumno que se precie de esta escuela, necesitará los siguientes
servicios para subsistir: una biblioteca decente; una cafetería
agradable; un centro de cálculo que funcione; unas aulas bien iluminadas,
amplias y con buena acústica; baños limpios y lugares en los que dibujar
tranquilamente. Empecemos, pues: 1. Una biblioteca decente, sipi. 2. Una cafetería agradable, ¡satanás!
eso no lo tengo. Se trata más bien de un establo luminoso, eso si, lo que
hace que sea un buen lugar para dibujar, un lugar sin ventilación, lleno
de humo y olor a sobaco sucio (a ver si nos lavamos que las entregas no
son excusa, guarretes). Una
cafetería desagradable en todos los sentidos, ya que tampoco creo que le
agrade a nadie ver el estrés que padecen los camareros cuando masas de
gentes hambrientas les rodean, exigiendo su ración de alimento. 3. Un centro de cálculo que
funcione... pongamos un casi sí. Funciona muy bien cuando no hay un
graciosete que borra todos los PLT colgados de la red, cuando no hay 57
jetas que bloquean su ordenador y se van a cascársela al baño, cuando no
hay nadie que manda a imprimir el testamento de Onassis y bloquea la
impresora A4 durante dos horas, cuando no hay nadie que se carga los
programas para que no les puedas sugerir que se piren de Internet para
dejar sitio... y podríamos seguir mucho tiempo. De hecho, propongo que
los becarios hagan un curso de artes marciales, para imponer algo de orden
entre tanto aguililla y "manejas" informático que no paran de
tocar las narices y otras cosas a todo el mundo. 4. Unas aulas bien iluminadas,
amplias y con buena acústica... esto ya merece una carcajada, ja, ja, ja.
Nuestras aulas son establos para la producción en serie de pésimos
arquitectos. Tenemos mesas y un mazacote de enchufes por cada mesa como si
nosotros mismos abrevásemos ahí y calmásemos nuestra sed con unos
cuantos kilowatios de electricidad. Es divertidísimo cursar Dibujo III,
Análisis, Descriptiva... u otras asignaturas gráficas en aulas sin luz y
con unas mesas extremadamente bajas que te permiten conocer y experimentar
todos los tipos de tortícolis habidas y por haber. Mientras en el último
piso de la escuela tienes una macro-aula con mesas de dibujo que sólo
utilizan los cuatro pelagatos que cursan Proyectos VIII. Esto sí que es
aprovechar los recursos al máximo. 5. Unos baños limpios. Yo diría
sipi. De hecho creo que es lo único que se limpia en esta escuela, así
que un hurra para las señoras de la limpieza que, además de cuidar al
gato, también nos limpian los baños, que ya es bastante teniendo en
cuenta el sueldo que reciben. 6. Lugares en los que dibujar
tranquilamente... No existen a menos que invadas una de esas aulas que
utilizan para los últimos proyectos en las que con un poco de disimulo y
otro poco de jeta te puedes colar. Así que sí, tenemos una
biblioteca preciosa, que habrá costado una buena suma de dinero, para el
regocijo de algún amigo de algún amigo, pero en esta escuela no falta
dinero, lo que falta es un poco de organización, y otro poco de ganas. Y
es que la dirección parece estar muy ocupada jugando a urbanistas con el
señor Siza, mientras que los problemas internos, que no son pocos, y que
se podrían solucionar con una dedicación plena, siguen a la espera de
alguien que no utilice esta escuela como una plataforma para el lucro y el
éxito personal. La
Paja. 2003. |
@-© 2003 suspensoenproyectos editons. (Foto)copia y difunde.